domingo, 29 de diciembre de 2013

POR MOTIVOS DE VIAJE

Eduviges y Edmundo estaban muy emocionados con la llegada de dos tornados anunciados para las siguientes horas.  Illinois, Kentucky e Indiana ya habían recibido el impacto de varias decenas de inmensos remolinos, que hasta el momento habían destruido más de 50 mil hogares.  Ahora sí seguro que pasa uno por aquí y me voy a quedar afuera, atado a cualquier cosa para recibirlo cara a cara.  Pero, Edy, si te pega algún tronco, mueble o lo que sea, te puede matar.  No importa, Duvi-du,  ya sabes que me encanta el peligro.

Eduviges había crecido en una familia a la antigüa donde la abuela y sus tres hijas vivían juntas y al irse casando fue creciendo el clan con los nietos.  Eduviges tenía dos hermanos y seis primos.  Un día la abuela  concibió el mejor negocio de su vida, que trastornó a todos sus familiares, y no sólo durante los años que mantuvieron el negocio, sino que para algunos nietos, como Eduviges, significó un enfoque muy diferente de la vida.
                               
Un buen día, allá por principios del siglo pasado, en que los abuelos platicaban de sus cuitas y achaques, sentados en los equipales a la sombra de los arcos llenos de bugambilias, en un jardín de fragantes rosales y macetones con frondosos helechos que se unían entre sí, doña   Magdalena se animó a tratar el asunto.

-         Me gustaría que nos fuéramos de viaje...  a cualquier parte.
-         Pero mamá, si no tenemos seguro para comer la semana entrante...
-         No soy exigente, me conformo con irnos a Cuernavaca... o Taxco...
-         Bueno por Dios, ¿qué ya te estás quedando sorda?
-         Espera, tengo una idea.  Vamos vendiendo TODO y nos vamos de vacaciones.  Cuando volvamos, en la Lagunilla podremos comprar lo necesario.
-         O sea que, compraríamos dos sillas; porque no alcanzaría para más. ¿Pero cómo se te ocurren semejantes cosas?  Estas delirando.
-         Mira, déjame pensar bien cómo le haríamos y te voy a demostrar que sí se puede.  No seas cobarde.  Total nunca nos hemos dado el gustazo de hacer una locura... de estas.

Por supuesto la abuela se salió con la suya.  Vendieron todo y se fueron de vacaciones.  La mayor parte la guardaron para comprar muebles a su regreso.  Para lo cual, recorrieron Tepito, la Lagunilla, la Merced y otros sitios por el estilo.  Resultando que pudieron hacerse de casi todo.  Entonces surgió otra idea más grande en la mente de la abuela... comprar en estos lugares y luego vender todo el menaje “por motivos de viaje”.  Así de simple, surgió un negocio próspero que les dejó jugosas ganancias.

Los mayores se acostumbraron y los menores aprendieron una forma diferente de vivir.   No había tiempo de encariñarse con nada.  Los niños nunca extrañaron su cama, pues seguido estrenaban otra. Tampoco tuvieron su ropero, ni su escritorio donde guardar cosas personales.  Los padres componían “por encimita” la casa, pero sin la ilusión de arreglarla poniéndole ese toque especial que va quedando en cada objeto que llega buscando su espacio para cohabitar con los que ya están.  No había tiempo para esos sentimentalismos, ya que en ocasiones llegaba un comprador ansioso que arrasaba con todo, aunque no estuviera  el menaje completo.

Eduviges se casó y descasó varias veces, por más que trataba no lograba arraigarse a nada.  Por supuesto que cambió de casa muchas veces y terminó alquilando ‘hogares’ amueblados, como para ser ella quien los abandonase.  Hasta que el compañero ideal llegó.  A Edmundo le encantaba participar en carreras de autos, el montañísmo, las excursiones a zonas peligrosas.  Amaba el peligro.  Así que cuando Eduviges le sugirió ir a vivir al centro de Estados Unidos, para que los tornados se llevasen la casa, de vez en cuando, y tener otra nueva sin necesidad de cambiarse,  Edmundo también vio en ella a la mujer ideal.


En noviembre de ese año, se incrementaron el número y la fuerza de  los tornados.  Edmundo se metió al pozo de agua, bien amarrado y ella, junto con su hermana y cuñado, que estaban de vacaciones, bajaron al refugio.  Por alguna inexplicable razón, a pocos kilómetros de la casa de E&E, el tornado fue perdiendo fuerza, lo que derivó en que todos los árboles y cosas que traía, las fue regando a su paso. Esto desvió un poco su trayectoria y pasó justo por encima de la casa, evaporándose después.

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