domingo, 21 de abril de 2013

LA TRAICIÓN

Catalina se quedó de una pieza frente a la copa que había en la mesa de centro de la sala.  La veía sin verla, pero su mirada estaba ahí clavada.  No podía pensar.  No podía razonar.  Sólo las palabras de Gaudelio resonaban en su cabeza, una y otra vez:  ‘Se casó contigo porque sus padres lo obligaron’.

Un flashazo le dio un empujón y la dejó pegada al respaldo del sofá, con los ojos cerrados.  Una densa bruma la cubrió  y se vio platicando con Gaudelio, en ese mismo espacio, hacía un montón de tiempo.

¿Qué pasa con Rubén, Catita por qué no ha llegado?  
¿Estás seguro de que vendría?, hoy es su día de golf.
Por supuesto.  Le llamé por teléfono antes de venir. No sé por qué me hace esperar tanto.
No debe tardar.  Hace ya tiempo que anda medio ido.  A veces pienso que puede ser otra mujer.   Sin embargo, siento que es algo más…
¿Otra mujer?  Estás loca, puedes estar segura de ser la única.  A Rubén no le gustan las mujeres.

Catalina se quedó desconcertada, pensando que el alcohol se le había subido a la cabeza.  Me parece que ya se te subió la media botella de wiskey que has tomado.  Estás muy nervioso y no sabes lo que dices.
Sí, el alcohol me hace hablar, porque ya estoy harto de tantas mentiras. Rubén se casó contigo obligado por sus padres. 
Y ¿por qué lo iban a obligar?  Era el soltero más codiciado  y se enamoró de mí.  Siento que hay mucho coraje en tu actitud… ¿será que esperabas que tú y yo….?
¡No seas estúpida!  Tú y todas las otras me importan un comino.  Yo amo a Rubén… somos amantes.
¡No, eso no te lo creo!  No sé que te propones con semejante acusación.  No puede ser cierto.  ¡Tenemos dos hijos!
Por eso te detesto.  Yo sé que a él no le importas, pero esos niños lo apartan cada día más de mi.  ¡Pero no lograrás quitármelo!  Seguimos viéndonos cuando va a Guadalajara o yo vengo a Morelia.
¡Cállate!  tengo ganas de vomitar.  Esas infamias me revuelven el estómago.  Y aunque Rubén no sea muy cariñoso… tú y él, no…
Pues tendrás que creerme, querida comadrita.  Por qué crees que desde la noche de bodas te invita copa tras copa antes de ir a la cama…

Entre más recordaba su conversación con Gaudelio,  sentía que iba cayendo en un pozo sin fondo, lentamente.  Catalina se había aficionado a esas copitas antes de ir a dormir, tanto que aunque Rubén estuviera de viaje ella sola se servía un buen trago de cognac antes de ir a la cama.
Cuando está en casa le gusta ponerse a platicar conmigo… y nos tomamos unas copas. ¿Y eso qué?
Pues que parece que le falló la estrategia, dos veces ¿no?
Han sido muchas las veces que he estado en sus brazos… para que lo sepas.  (Angustiada ,  pensó y sólo podía recordar dos).

Se oyó la puerta de la entrada y Rubén apareció tan tranquilo.  Hola, hola compadre, disculpa la tardanza.   Cata, estás atendiendo bien a nuestro querido amigo…
¿Nuestro?  Dirás tú querido,  tú amante… ¡Habla!  ¡Dime la verdad, maldito!
Lo siento Rubén, le dije toda la verdad, porque está situación se ha vuelto intolerable para mí.  Ya no quiero compartirte con nadie, menos con ella.
Pues ya que están las cartas sobre la mesa… Gaudy no te ha mentido.  Nos amamos desde jóvenes.  Mis padres me amenazaron con desheredarme si no me casaba contigo y me iba lejos.  Yo cumplí con mi parte, pero no pude olvidarlo. Así que nos vemos de vez en cuando.

¡Ya basta!  Me dan asco los dos.  Mañana mismo iré a ver un abogado para divorciarnos.  Ahora, lárguense los dos, porque hoy el compadre no se queda dormir en mi casa.

Con gran finura y amabilidad se sentó en el sofá donde estaba Cata y le tomó una mano.  Calma, querida, tú no te vas a divorciar de mí, porque no quieres perder a tus hijos ¿verdad?  Ni yo voy a perder mi posición por tus intransigencias.   Te podría acusar de adulterio,  alegando que hoy que llegué a la casa te encontré en la cama con mi mejor amigo y compadre.  Él, por supuesto, lo corroboraría… y tú perderías todo.  Así que mejor tranquilízate.   Todo seguirá como hasta ahora… bueno, sólo que ya no tendré que darte tus copitas para dormir.  Por cierto, a partir de hoy ocuparás el cuarto de huéspedes y tú sabrás qué explicación le darás  a los niños. Nosotros nos retiramos, que tengas dulces sueños, querida esposa.  Le dio un beso en la mano y la soltó, la mano cayó cual piedra.

Catalina se quedó inmóvil.  No pudo articular palabra alguna.  Su mirada fija en la copa de cognac, mientras escuchaba los pazos de los dos hombres subiendo la escalera.

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domingo, 7 de abril de 2013

VIAJE NOCTURNO

La noche se cerró inundando de oscuridad la inmensidad y al canto del sapo la luna respondió asomándose por entre las nubes que corrían tranquilas por el cielo.

Desde la ventana podía contemplar aquel derroche de  luces tintineantes  y los  nuevos sonidos que confirmaban la ausencia del astro solar.  Un mundo diferente despertaba al meterse el sol – un mundo fascinante.  Absorta me quedé ahí, no sé cuánto tiempo y fue mi cuerpo chinito de frío el que me hizo reaccionar.  Corrí de inmediato en busca del calor amoroso de mi cama que me abrazó dulcemente.

Desperté en la madrugada y me alisté para partir, lo antes posible,  al desierto.  Sólo llevaría conmigo una pequeña mochila.  Tras dos horas de caminata, la agreste vegetación había quedado atrás y frente a mí, a poca distancia, se extendían las desafiantes arenas a las que no se les veía el fin.  Llamó mi atención una parvada de aves de rapiña  que sobrevolaban el cielo azul, en busca constante de presas.  De lejos vi un ave gris volando hacia mí, mas uno de aquellos pajarracos la apresó.  Un hueco se hizo en mi estómago,  que se iba agrandando conforme me internaba en aquel mar de arena.

Deseosa de avanzar, hice a un lado las distracciones y fija la vista en las dunas continué.  Más adelante vi la sombra de un ave pequeña, perseguida y cazada por dos cuerpos enormes  alados.   Voltee  hacia arriba y las tres figuras se confundían entre si, traspasadas por los rayos brillantes del sol.  Un presentimiento se apoderó de mí, ¿estarían esperando a que cayera para devorarme?  ¿Alcanzaría a llegar al otro lado?  Algo interno me impulsaba a seguir, me era imperioso llegar a mi destino.

De pronto, pasó volando sobre mi cabeza una paloma blanca, mi corazón se agitó esperando la llegada de los enormes asesinos.  Pero fue y vino varias veces sin que aquellos buitres aparecieran.  Esto me desconcertó mucho, ¿cómo era posible que no la vieran o escucharan el batir de sus alas?  Me quedé observando su vuelo y confirmé que en verdad ¡no la veían!  ¿Sería que los rayos solares se refractaban y los cegaba?  No, eso era absurdo.  Debía haber una explicación y quería encontrarla.  Recordé que dentro de la mochila estaba la camisa de repuesto que había traído y ¡era blanca!  Me la puse y de inmediato los gallinazos se alejaron.  La clave era el color. 

La paloma seguía volando a mi lado, como indicándome el camino, siempre hacia el norte.  Segura y tranquila dentro de aquella invisibilidad, la acepté como guía y continuamos el camino.  Después de tres días y tres noches, el agua de la cantimplora se había terminado.  Cuando estaba a punto de desfallecer, llegaron hasta mí los gritos de muchos pájaros, como si me dieran la bienvenida y para premiar mi esfuerzo sobrevolaban mi cabeza dándome sombra. 

Abrí los ojos y me encontré en el suave confort de mi cama.  Sin embargo, en la ventana estaba la mochila llena de arena, la cantimplora vacía a un lado y afuera un montón de pájaros me deleitaban con sus trinos.  Dos palomas blancas se hacían arrumacos.  Me sentí satisfecha, había llegado a la meta.  A partir de ahora tenía la seguridad de que la vida sería más brillante y sencilla.  Un gran cambio se operó en mi interior: la certeza de que esa paloma me acompañaría siempre señalándome el rumbo de mi existencia.

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