domingo, 31 de marzo de 2013

ENCANTAMIENTO

Cerca de Tecolutla hay un lugar realmente bello – hasta podría decirse que hermoso – los diferentes  jardines se suceden uno a otro rivalizando en belleza, creatividad y el esmerado cuidado que denotan.  Por doquier se encuentran árboles raros traídos de diversas partes del mundo, que han sido amorosamente reaclimatados.  Como la cascada blanca proveniente de la India, de varios metros de altura, cuyo  vestido de novia se abre al llegar al suelo, pudiendo meterse la gente en su “regazo” y protegerse del sol, detrás de las ramas que caen.

Ahí también se encuentra un tremendo ahuehuete, a la vuelta de uno de los tantos caminos franqueados  por frondosos arbustos, que en cada esquina se convierten en fantásticos animales.  Es ya tradición familiar el trae r árboles de cualquier parte del globo y cuidarlos con tal cariño que puedan sobrevivir en un clima diferente, como una alta y bien redondita ceiba que, altiva y gallarda, despliega sus ramas como alas, tratando de alcanzar las nubes.

De generación en generación se ha continuado con la colección, a la que siguen dedicando atención y esfuerzo los descendientes, no sólo por el buen nombre de la familia, sino también para beneplácito de todos aquellos que quisieran visitar el lugar y disfrutar de momentos, u horas, de esparcimiento.  Sin embargo, sólo aquellas personas que vienen de fuera recorren los bellos parajes quedando gratamente impresionados, ya que los lugareños sienten miedo, pues hay muchas historias de gente que había visto ‘cosas raras’.  Y las habladurías corren y se aceptan rápidamente. 

En los solsticios y en los equinoccios un velo de niebla cubre toda la enorme extensión, incluso la solariega casa con su amplio porche, al que se llega por una escalinata y desde donde arrancan dos inmensas columnas que llegan al tercer piso, como dos inmensos custodios del abolengo y buena disposición de los dueños del lugar.  En estas fechas se convierte en el anfitrión que se deleita con el bullicio y la algarabía de todos los que van llegando.  La naturaleza entera empieza a liberarse poco a poco de los sitios fijos que siempre ocupa, para poder deambular a sus anchas.

Así empieza la celebración de la primavera, la más alegre de todas las estaciones y el Vestido de Novia, bordado totalmente de flores, se luce bailando por doquier con el Ciprés, el Roble, el Zapote…. todos quieren bailar con ella sin importar el tamaño o su figura, como el despeinado Almendro, o el Galán Nocturno que aunque siendo más pequeño no se acompleja, su dulce perfume lo enorgullece.   Mientras, el hermoso Ahuehuete se entretiene  haciendo bailar a los cisnes del lago , a los patos,  a los flamingos y a  todos los habitantes de esa ribera.  Espera paciente al baile final, pues siendo él quien llegó primero a ese edén,  es quien siempre cierra la fiesta .

Desde el atardecer comienzan todos a moverse para irse desentumiendo, después de tres meses  de forzado estancamiento.   Los duendes del bosque, con sus mejores galas,  aparecen con linternas que iluminan todo con los pedacitos de luna o picos de estrellas  que llevan en su interior.  Felices como siempre, se unen al festejo con sus eternos compañeros a quien tanto les deben, ya que de ellos obtienen casa y comida, por eso tratando de demostrar su gratitud,  se convierten en monstruos para espantar a todos los curiosos y metiches.  Mas no falta quien burla la vigilancia y logra penetrar en aquella atmósfera tan distante a su diaria realidad.    Y si había podido dominar, por un momento, su miedo, sale corriendo a contar puras locuras, obra de su desconcierto y espanto al enfrentarse a un mundo desconocido – pero no irreal.

¿Al entrar en un bosque, has tenido la sensación de no estar solo?  La próxima vez, pon atención al canto de las hojas movidas por el viento, las vibraciones que trasmite un árbol cuando lo abrazas, pero no con demasiado cariño, porque puede ocurrir que le guste y no te suelte después.  Porque ese jardín encantado…. existe en todas partes.

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domingo, 24 de marzo de 2013

LAS AVES DE FUEGO

En aquella tarde el viento silbaba y la lluvia  caía como alfileres, que por momentos parecían volverse hilos de cristal e incluso caían  algunos copos de nieve.  Me acerqué a la ventana deseando que empezara a nevar y contemplar la vista , a esta altura de la montaña, entre los pinos, abedules y fresnos. Pero, la lluvia, sólo agua, continuó impidiéndome salir.

Me propuse pasarla lo mejor posible.  Así que encendí el fuego de la chimenea, traje una cobija, café caliente,  una copa de Grand Marnier  y cómodamente arrellenada en el sofá me dispuse a gozar de un hermoso viaje al pasado.  A través de las páginas, Maradiaga me llevaba  ya a una provincia española, o me situaba en un pueblo vasallo del gran Moctezuma.  Conforme avanzaba la lectura me iba  transformando,  un rato en la princesa de Tescuco y en el siguiente capítulo me convertía en el heredero de Torremala, con aspiraciones a fraile.

Bajé el libro sobre las piernas para descansar un poco.  Iba a cerrar los ojos, mas el crepitar de los leños llamó mi atención.  Las llamas brincaban en tonos y formas sorprendentes y de entre ellas surgieron pequeñas aves de grandes alas que se sumergían en el mar de mis recuerdos e iban sacando, cual si fuesen peces, decenas de fechas, centenas de detalles, millones de alegrías.

Y las aves, incansables, seguían sobrevolando mi pasado y trayendo al presente muchos trofeos en sus picos – días pletóricos de vivencias.   Me complacía el recordar mi infancia y juventud, tan llenas de amor y de ilusiones que, aunque basadas en la inexperiencia, fueron válidas en su momento construyendo los escalones que me trajeron al hoy.

Profundamente agradecida con la vida, cerré los ojos para disfrutar la grata sensación de bienestar que me embargaba.  Sin sentir, lenta y dulcemente, me quedé dormida.

          < < < < < - - - - - > > > > >       1991

domingo, 10 de marzo de 2013

LOS SIGNOS DEL AGUA

Nuevamente me encontraba ante aquella hermosa casona, tan llena de recuerdos, ostentando en su fachada cuatro balcones estilo porfiriano, cuyas puertas con cristales cubiertos por cortinillas de fina tela, firmemente sujetas a los visillos de metal dorado,  se abrían por las tardes para ver pasar a la gente  y a los pregoneros. 

La entrada principal la guarda una reja, luego un claro intermedio, casi cubierto por la bugambilia, tras lo cual está un gran portón de madera de dos hojas para dar entrada a  los coches  - que nunca hubo – y a los muchos amigos que llegaban a las frecuentes fiestas que la familia celebraba.  La construcción es en forma de U abierta hacia el sur y en el centro una fuente rodeada por un jardín de rosas y alcatraces.    En sus corredores se enfilan las altas macetas  con frondosos helechos que cubren las paredes, de los que nacen pequeñas bolitas, al principio verdes, luego amarillas, naranjas, hasta llegar al rojo. 

Frente al gran portón de la entrada se continúa un ancho corredor, semitechado por bugambilias, amorosamente cuidadas  por las manos del dueño de estos espacios.  A un lado una breva, más allá un limonero – del que los niños desprendíamos las hojas para cucharear el pinole que nos ofrecía la abuela.  Hasta el fondo se escucha el canto de los gallos y gallinas, el graznido de patos y gansos, junto al ladrido de los perros y los gorjeos de los pájaros en sus jaulas:  canarios, cenzontles, jilgueros, pericos….  Es una casa llena de armonía y vida.

En un momento dado, me encuentro dentro de una de las habitaciones – la recámara de la abuela – jugando con una moneda que lanzo al aire, tratando de tocar los finos tubitos, que como olas están engarzados en coronas de latón, conformando un espléndido candil, suspendido de una de las vigas del alto techo.  Por distracción la moneda se resbala de mi mano y rueda debajo del ropero – señorial y enorme, con dos grandes lunas de espejo francés.  Me hinco y alargo la mano tratando  de recuperar la moneda y descubro una mancha de humedad, no muy grande, que rasco por curiosidad.  Entonces empieza a emanar agua, así que trato de contenerla y jaló un trapo que encuentro a mano.  Pero no sirve de nada, el agua es cada vez más abundante.  Mientras recorro la habitación buscando algo con qué detener ese flujo, me doy cuenta de que todo el piso de madera es un charco de agua. 

Sin pensarlo mucho, salgo corriendo, atravieso el jardín, cruzo el portón y corro por la calle en busca de ayuda.  Después de recorrer varias cuadras encuentro a un plomero que accede a ir, en ese instante, a revisar la fuga.  La angustia me hace caminar con rapidez.  Al llegar encuentro el portón cerrado e imposible de abrir, ni aún con la ayuda del hombre podemos lograrlo.   Como si una gran presión interior lo impidiera. 

No sé cómo, nos subimos los dos a la zotea, para descubrir que todos los espacios están llenos de agua, que falta muy poco para que llegue al bode donde estamos.  Me siento aturdida.  No logro comprender cómo subió tan rápido el agua.  ¿Por qué no sale por las rendijas, por las ventanas o por debajo de las puertas?  ¿Cómo es que se mantiene herméticamente encerrada entre los muros?

De pronto me acuerdo de todos los animales ¿se ahogarían?  No, siento la seguridad de que no había nadie en la casa cuando salí a buscar ayuda.  Al cruzar el jardín el silencio era total, no había ni un ser vivo.  Internamente lo supe, por eso no busqué a nadie.

Ante estos hechos mi angustia y desesperación aumentan tanto que no puedo contener el llanto.  Con los ojos turbios por el llanto, que no cesa, me percato de que el nivel del agua va bajando.  Es tal mi asombro que mis ojos se secan.  Y el nivel del agua vuelve a subir.  ¿Cuánto tiempo tendré que llorar para que toda el agua desaparezca?

Mientras tanto, de la mancha húmeda debajo del ropero de la abuela, sigue brotando el agua.

                < < < < < - - - - - > > > > >       1986

domingo, 3 de marzo de 2013

PADRE O SEMENTAL

Lucrecia recibió un citatorio del IV Juzgado de lo Civil para su esposo, un martes a media mañana.  Cuando por la noche regresó  Ildefonso del trabajo, se lo entregó. Al abrirlo se quedó sin saber de qué se trataba, ya que sólo se solicitaba su comparecencia para el siguiente martes a las 10am.  ¿Qué acaso tienes deudas por ahí o andas metido en negocios turbios?        Luego, luego imaginando lo peor, ¿cómo quieres que sepa de qué se trata, si aquí no se menciona nada?

El día fijado, Ildefonso llegó al juzgado con dolor de estómago provocado por el pleito con su esposa que se empeñaba en acompañarlo.  Su dolor se hizo más intenso al enfrentarse con su demandante, Carmina con quien había tenido relaciones extra maritales cinco años atrás.

- Sí, señor juez, sostuvimos relaciones hace varios años, pero ella sabía bien que estaba casado – a la fecha tengo ya 15 años -  puesto  que trabajamos en la misma empresa, antes y ahora.

- No, señor juez, yo no quería más hijos, ya entonces tenía tres.  Ella me lo propuso y le dejé bien claro que yo no quería más hijos.

- Sí, señor juez, la prueba está en que la niña no fue reconocida por mí, ni registrada con mi apellido.

- No, señor juez, no dudo que sea hija mía, se me parece mucho.  Pero yo nunca he sido su padre, simplemente la engendré… y con engaños.

- Si, señor juez, estoy dispuesto a hacer todas las pruebas que me solicite.  Pero no estoy dispuesto a mantenerlas.

Carmina era una mujer guapa, de 42 años,  con un físico atractivo.  El día de la audiencia se arregló con detalle y llegó acompañada de su abogado, quien expuso el asunto ante el juez, mientras ella permaneció callada observando a Ildefonso.  Al terminarse la sesión lIdefonso salió con la cara roja de coraje y se fue directo a los sanitarios a vomitar.  Ni siquiera volteó a ver a Carmina.

Camino al trabajo, Ildefonso        iba mascullando sus pensamientos. Ahora qué le voy a decir a mi mujer.  Esta maldita bruja ya me partió la madre.  Pero, yo tengo más influencia que ella en la compañía y se va a arrepentir.  Esto no se queda así.

Carmina se sintió triunfante cuando salió del juzgado, con el Lic. Lara a su lado.  Ya verá usted, doña Carmina a este innoble padre le vamos a exprimir todo lo que podamos.  Así lo espero, licenciado.  Aunque tenemos todas las cartas a nuestro favor, no estaría de más que se le hiciera un pequeño obsequio al juez… usted sabe.  ¿Y qué clase de obsequio recomienda usted?.  Pues digamos… unos veinte mil.  ¡¿Tanto?! Se trata de un juez, doña Carmina.

Ese licenciadito te está viendo la cara, amiga; cada vez que puede te saca dinero, con cualquier pretexto.  Te has creído que vas a ganar, pero nomás te vas a quedar sin pensión y sin tus ahorros.  Qué buenos deseos, Margarita.  Por supuesto que no son mis deseos, sino lo que veo, Mina.  Pues es su hija y tiene que pagar.  Ya me he fregado bastante estos cuatro años, con dos trabajos, para poder salir adelante.  Sí, lo sé y lo he visto, pero se te hizo muy fácil cuando sólo eran planes. 

Cuando la relación iba bien… estábamos felices y lo veía todo color de rosa; pero cuando supo que estaba embarazada, hizo un tango y desapareció.  Ya lo sabías, la idea de tener una criatura fue sólo tuya y te sentiste invencible ‘ante lo que fuera’.  Pero ya no, estoy muy cansada y me angustia que llegue a enfermarme y deje a mi hija en el desamparo.  ¿Y crees que con que pague la pensión alimenticia, el día que tu faltaras, se la llevaría con su familia?  Es que, seguro que aunque sea nomás por fastidiarme, pedirá algunos días de visita y con el tiempo…  ¿Se te ha olvidado que él ya tiene tres hijos?  Pero los tres son hombres…y Beatriz se parece tanto a él que acabaría queriéndola.  Creo que estás verdaderamente agotada y ya no piensas.

Los trámites, el papeleo, las citas, los desembolsos… siguieron meses y meses.  Mientras tanto, Ildefonso se dedicó a echarle tierra a Carmina entre los compañeros de oficina.  Todo mundo se enteró del asunto, desde el punto de vista del “pobre” Ildefonso.  Después de dos años, por fin se dictó sentencia.

Sra. Carmina Mendoza Álvarez, usted interpuso una demanda contra el Sr. Ildefonso Torres Juárez, por paternidad irresponsable.  Los resultados de los estudios han demostrado que efectivamente el acusado es padres de su hija, la menor Beatriz Mendoza Álvarez.  Con el fin de llegar a buen término y para la seguridad futura de la menor, el acusado ha solicitado la patria potestad de la criatura, pensando en su bienestar.  ¿Está usted dispuesta a ello?

Carmina se quedó helada.  Ese maldito sabía que nunca estaría dispuesta a separarse de su hija.  ¿Qué haría él si accediera? Ya su matrimonio se había venido abajo, así que no le importaría  arriesgarse.  Carmina sintió rayos y centellas recorriendo su cuerpo y le salían por los ojos.  Haciendo un gran esfuerzo alargó la mano para tomar el vaso que tenía enfrente y beber un poco de agua.

-No, señor juez, ese hombre sabe muy bien que nunca me separaría de mi hija, a ningún precio.
- En ese caso, queda asentado que usted ha rechazado la única solución que esta corte podía ofrecerle.  Su demanda queda anulada.  Se cierra la sesión.

Carmina salió del juzgado devastada.  Su mente zumbaba y sus ojos estaban nublados.  Ni siquiera vio la sonrisa de triunfo de Ildefonso.  Todo había acabado, ya no había más opciones.  Tenía que enfrentar el futuro que labraría para ella y su hija.

- Las mujeres siempre perdemos, Magos.  –Es que no sabemos pensar con la misma frialdad.  –Qué estúpida, cómo pude llegar a pensar que… -No te recrimines, porque si lo miras bien tú saliste ganando.  Tu hija siempre ha sido y seguirá siendo siempre tuya.  Si hubieras ganado la pensión, tendrías que haber cedido a compartirla con un hombre que se hubiera dedicado a envenenarla en tu contra, igual que lo ha hecho con todos los de la oficina.  –Por eso, mañana renunciaré en la compañía.  –Me parece una excelente idea, ¿y también piensas mudarte de casa?  -Me iré de la ciudad. Buscaré un lugar tranquilo, no muy grande. Donde no vea ninguna cara conocida… sabes que no es por ti.   Saldremos adelante, Magos,  trabajando de lo que sea.  Nunca olvidaré tu apoyo. –Sabes que siempre contarás conmigo. Estaremos en contacto.  Las dos amigas se abrazaron muy  fuerte, sabiendo que las promesas las diluye el tiempo.

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