domingo, 28 de octubre de 2012

DE REVERSA

Durante el trayecto a la casa no habían dejado de discutir.  Marta quería regresar cuanto antes a México.  –Tengo que regresar, mi trabajo me espera.  –Y tu hijo te necesita ¡aquí!, le gritó Hilario.  –Ya está fuera de peligro… los médicos dicen que se recuperará… -Y después de tanto tiempo, ¿no has pensado que tiene ganas de que estés con él unos días más?  Marta se retorcía las manos, con deseos de evaporarse. –A ti no te importó quitármelos, no te importamos ni ellos ni yo, pero ahora sí piensas que me necesitan.  –Siempre fuiste una mala madre, no los iba a dejar al lado de una alcohólica.  ¡Tú me convertiste en eso!  Hilario soltó una carcajada amarga. lo que enardeció a Marta y se fue directo a la cocina para tomar el cuchillo más grande que encontró.  –Dame mi pasaporte, Hilario.   –Yo no lo tengo.  –Claro que sí, me lo sacaste de la maleta.  -Pues sí, pero te irás cuando yo quiera y mientras seguirás actuando el papel de la madre abnegada, le contestó fríamente Hilario con una pistola en la mano.  No obstante, Marta ciega de rabia se le fue encima.  Hilario le disparó una y otra vez, aunque ya estuviera el cuerpo en el suelo, para descargar su rabia.  Se paró en seco cuando  se abrió la puerta y apareció el hijo mayor, asustado.  Hilario, al verlo se puso la pistola en la sien y dijo,  cuida a tu hermano y disparó.

Una semana antes.

Cuando llegó Peter a casa, encontró a su esposa llorando desesperada golpeando la mesa y rompiendo todo lo que tenía a su alcance.  -¿Pero qué te ha sucedido, Marta?  -Mi hijo, mi hijo…. –Cálmate cariño, respira hondo y cuéntame qué pasa.  –Me acaban de avisar que Noé tuvo un accidente, que está muy grave y quizá muera.  Apenas se le entendían las palabras entre los profundos sollozos.  Peter la rodeó con sus fuertes brazos, acariciando sus cabellos para que se desahogara y retiró la botella que tenía enfrente.

Hacía un año que se habían conocido en una convención de agencias de viaje.  Simpatizaron de inmediato y al mes decidieron vivir juntos.  Con Peter empezó a conocer la tranquilidad y ello la ayudó a ir dejando la bebida.  Aún cuando la tentación la vencía, él jamás la recriminaba o humillaba.  Siempre se esforzaba por bromear y llevar una vida agradable.

-Si quieres ir a estar con tu hijo, mañana mismo te vas.  –Pero el pasaje a Colombia no es nada barato y…  -No importa, damos el tarjetazo y después, ya veremos. 

Dos años antes.

¡Lárgate!  ¡Esfúmate!  Por qué mejor no te mueres y nos dejas vivir en paz a los tres.  –Yo necesito a mis hijos y no me los vas a quitar, ¡maldito bastardo!  -No te los quito, tú los cambiaste por la botella, eres un pésimo ejemplo para ellos… y un lastre para mí. Vete lejos y yo te mandaré dinero para que sobrevivas, tú sabrás si comes o te lo bebes.   -¿A dónde están ahora… qué no puedo despedirme de ellos? Hasta dónde llega tu maldad que me los escondes mientras me echas como una basura.  Tienes una profunda amargura a la vida y desde un principio la descargaste en mi y para soportarlo me refugié en la bebida…  -Ahora resulta que por mi culpa eres una despreciable borracha.  ¡Sí!  por tus celos, tus reproches, tus golpes, tus eternas exigencias, tus humillaciones… -Siempre has sido una mala esposa y una pésima ama de casa.  –Y por supuesto, no me parezco a tu santa madre que…  -Cállate, tú no tienes derecho a mencionarla.  Vete, vete muy lejos, con alguno de tus amantes, a ver quién de ellos  te soporta.  –Bien sabes que nunca he tenido ningún amante, pero los inventas para justificar tu impotencia, física y mental.  –Si no te largas, Marta, te voy a matar, ya no te soporto.  Marta, vencida y desamparada, tomó su maleta y salió por la puerta principal de la casa.  Hilario se quedó llorando.

Doce años antes.

Mira, Hilario, te presento a mi prima Marta, recién acaba de llegar a Bogotá y está viviendo con nosotros.  Anda buscando trabajo, estudió programación en Medellín y… Claro que sí, esos puestos siempre necesitan gente preparada y se nota que eres inteligente.

Al día siguiente fue a una entrevista en la empresa donde trabajaba Hilario, quien se había movido rápidamente.  Siendo una chica bien preparada, fue aceptada y empezó a laborar la siguiente semana.  A partir de entonces siempre andaban juntos:  para ir a comer, a bailar, al cine, al teatro y a todas partes.  Por supuesto terminaron enamorándose y sintieron que era imposible vivir el uno sin el otro.  Se complementaban en cualquier actividad

A los seis meses se casaron, radiantes de felicidad, diciéndose que eran almas gemelas y jurando amarse hasta la muerte.

                < < < < <- - - - > > > > >     2012          



sábado, 20 de octubre de 2012

CUESTE LO QUE CUESTE (2a.parte)

-  Ah caray, pues sí que tendré que exprimirme un poco la memoria.  Al hombre de la foto lo recuerdo.  No viene gente de su talla muy seguido  por aquí.  Pero… el asunto…

-  ¿No tiene usted algún expediente o registro de sus asuntos?-  La voz de Eulalio era apremiante,  hubiera querido que un relámpago iluminara la mente de ese hombre.  – Mi abuelo vino en tres ocasiones, aquí tengo las fechas de los cheques que le dio.  Haga un esfuerzo, por favor.  Le pagaré muy bien por sus servicios.

-  Sólo conservo los expediente durante cinco años y algunos especiales, máximo diez.  Si… el señor vino a verme por un caso de infidelidad, como la mayoría, pero… de momento no puedo decirle más.  Si gusta dejarme la foto, haber si viéndola mi memoria se despierta otro poco.

  -  Le dejaré también mi teléfono para que me informe de cualquier cosa que recuerde, por banal que le parezca. Pero, por favor, no deje recado con nadie, ni siquiera su nombre.

-  Sí, comprendo.  Como le dije soy muy discreto.  Hasta pronto.-  Eulalio salió desilusionado por la poca información obtenida.  Al abrir la puerta, Salazar comentó  -  Me parece que tenía algo que ver con su nuera, pero no me haga mucho caso, le llamaré con más datos.

Mientras bajaba las escaleras del edificio, Eulalio se preguntó si su madre habría convencido al abuelo para espiar a su propio hijo.  Quizá, siempre había visto que tenían una buena relación fraternal y lo habría convencido con lágrimas o quejas o porque pensara en la separación o…  La cabeza le daba vueltas.  Entonces, ¿su madre había contratado aquel matón?  No, no, ni pensarlo.  Un nudo se le hizo en el estómago.  ¿Habría descubierto algo gordo, Salazar?   Pero el abuelo no se lo habría dicho a mamá.   ¿Y él mismo buscó la solución?

Pasaron dos semanas sin saber de Salazar.  Eulalio le llamó varias veces sin resultado alguno.  Sería que no había recordado nada o…  Se decidió a hablar con su abuelo y presionarlo para que le explicara lo que había pasado.  Aunque podía meterse en un asunto privado del abuelo y sin conexión con sus padres.  Finalmente se decidió a preguntar a quien podía tener respuestas, al menos sobre los cheques.

-  ¿Por qué no dejas todo enterrado con tu padre y te olvidas del pasado?  Nada vas a remediar con revolver la ciénega.  Mira, hijo, bastante trabajo me ha costado olvidar todo, para que ahora tú…

-  No puedo, abuelo.  Me prometí a mí mismo que encontraría a los asesinos de mi padre y no voy a darme por vencido.  Cueste lo que cueste.-  Eulalio se sentía furioso de que lo siguiera tratando como a un niño al que hay que ocultarle la verdad, por su propio bien.

-  ¿De veras quieres conocer a los asesinos de tu padre?-  respondió don Gaspar, tratando de controlar su coraje, al sentir la provocación del nieto.  Se levantó del sillón detrás del escritorio de su despacho, con los puños crispados.  –Pues bien, ya que eres tan hombre como para hacer promesas estúpidas, te diré que el asesino vive en tu casa.

-  Pero… yo sólo vivo con mi madre.  ¿Qué estás insinuando?-  grito Eulalio furioso.

-  Que ella.. ¡ella!  fue la culpable, esa mujerzuela, esa zorra…

-  ¡No te permito que hables así de ella!  Aunque seas mi abuelo.-  Se levantó como resorte para enfrentar a aquel hombre que de pronto sentía odiar con todas sus fuerzas.

-  ¿No querías saber la verdad “cueste lo que cueste”?  Pues ahora ya abriste la puerta de la vergüenza de tu familia.  Y tendrás que oír lo que con tanto dolor he guardo estos años.-  El semblante del anciano cambió de pronto, su acostumbrada arrogancia sucumbió a la de un hombre abatido y desolado.  –Tu madre tenía un amante y quería divorciarse de tu padre.  Y en esta familia una mujer nunca desprecia a un Garza Peña.  No iba a permitir que nos pusiera en ridículo.  Cuando tuve en mis manos las pruebas del investigados, hablé con ella y traté de hacerla razonar,  que pasara desapercibidas  las ligerezas de su marido y siguiera siendo una Señora.  Prefirió ser la querida de un sátrapa.  No iba yo a aceptar el descrédito que ello significaría.  Así que contraté a alguien  y que resultó tan imbécil que se murió del choque, según me contaste.  Sin embargo, la suerte estuvo de su parte:  ese día habían peleado, ella cogió el choche para largarse y tu padre alcanzó a subirse del otro lado ¡donde ella debía haber estado!  Tu padre nunca supo lo que yo hice.

-  Por eso fue que los trámites para localizar al asesino no prosiguieron, tú habías fraguado toso.-  Con los ojos llenos de lágrimas, Eulalio miraba asombrado al guiñapo humano que estaba sumido en el alto sillón.

-  ¡Sí!  Y por eso mantuve a mi hijo en ese estado.  ¡Para que ella sufriera y le remordiera la conciencia de lo que hizo!  La odio por tanto dolor, por tanta vergüenza…-  El viejo se inclinó sobre el escritorio y escondió su cara entre los brazos.

Eulalio estaba pálido, le costaba trabajo respirar.  Aquello era una pesadilla.  –Entonces… las atenciones para con mi madre eran comedia.-  El anciano meneó el brazo en señal de desdén.  –Y tu cariño hacia nosotros ha sido comedia, también…

-  ¡No, eso no!  Tú eres mi esperanza, mi heredero.  Te he preparado para que te hagas cargo de todo, cuando me retire.  Nunca lo dudes, ¡eres mi orgullo!-  La voz de don Gaspar era anhelante para que creyera en su sincero amor.

Eulalio se puso a pasear por el amplio despacho, sentía una lápida en sus espaldas .  Respiraba hondo para equilibrar tantas emociones y poder pensar.   La rabia, la decepción, el desprecio… y una impotencia sorda de no poder cambiar el pasado.  ¿Cómo podría seguir llamando abuelo a aquel hombre tan diferente al que siempre respetó y amó que ahora resultaba el responsable de la destrucción de su familia. Después de un rato, más sereno, se detuvo delante del escritorio.

-  Está bien.  Tendré que creer que soy tu heredero y tu orgullo, para continuar adelante.-  Caminó hacia la puerta y continuo,  -Así que tú empezarás a tramitar tu jubilación de inmediato.-  Antes de salir, volteo y con voz aparentemente tranquila, sentenció.  –Y no quiero encontrarte aquí mañana, en MI despacho.-  Cerró la puerta.

Se sentó en la banca de un parque cercano.  Las piernas no lo sostenían.  Estaba mareado.  Acabó vomitando.  Un sudor frío le recorría el cuerpo, se tendió en la banca como vulgar indigente.  Nada le importaba ya.  Su mundo se había hecho polvo con la confesión que acababa de escuchar.  No podía aceptar nada de todo aquello.  Hubiera querido correr de nuevo al despacho del abuelo y comprobar que nada había pasado, pero su cuerpo no reaccionó.  Al cerrar los párpados, su espíritu lo llevó a otro lugar, lejos de su realidad.  Cuando despertó, el piar de los pájaros volando a sus nidos, le indicó que la tarde había caído.  Se enderezó.  Al menos, el mareo había pasado.

En su corazón no aceptaba que su madre era aquello que el anciano había asegurado.  ¿Cómo podría averiguar la verdad?  Lo que dijera su madre no lo creería, la versión de los hechos del accidente eran muy diferentes a lo sucedido.  ¿Quién no estaba mintiendo?  Sus noches se vieron plagadas de pesadillas e insomnio.  No asistió a la oficina en varios días, alegando una gripe inexistente.  Tenía que tomar una decisión:  olvidar todo o seguir adelante, ¿cueste lo que cueste?  ¿Tendría la fortaleza de afrontar más revelaciones dolorosas?

Su madre, preocupada por su estado e intuyendo algo más profundo, le preguntaba de continuo, ¿qué te pasa, por qué no me cuentas?  Había pensado bien la forma de preguntarle, sin lastimarla.

-  El otro día, hurgando entre expediente muy viejos, encontré unas fotos tuyas con un hombre bien parecido, tomados de las manos.  Se veían medio acaramelados.  ¿Era algún galán que te asediaba, a pesar de estar casada?  Porque en la fecha de la foto yo tendría siete años.

Magdalena se turbó visiblemente y le entró una risita nerviosa.  –No, Lalo, ese muchacho era un amigo de la escuela que por aquel tiempo volví a encontrarme.  Un buen amigo con quien charlar.  Yo vivía confinada a mi casa y mis obligaciones.  No tenía con quien salir a tomar un simple café.-  Con un nudo en el estómago, le pregunto, como por casualidad.  -¿Le enseñaste esas fotos a alguien?

-  ¿Y a quién le pueden importar?  Eran sólo tres: una en el restorán donde te tiene tomada de las manos, otra caminando y tú vas tomada de su brazo y en la otra te besa la mano, no sé si de bienvenida o despedida.-  La voz de Eulalio parecía monótona, casi indiferente.  -¿Y cómo se llamaba el galán?

-  No te pongas celoso.  Francisco Krueger siempre fue un muchacho muy gentil, hijo de padre alemán y educado en un régimen medio militar.  Fue mi pretendiente en la universidad, pero cuando conocí a tu padre, todos los demás desaparecieron.  Me enamoré locamente.

Sus ojos se entornaron hacia la ventana y brillaron tiernamente con el recuerdo, dejando resbalar algunas lágrimas por sus mejillas.  Eulalio no supo si esas lágrimas eran en recuerdo de su padre o del amante frustrado.

Ahora ya tenía los datos que necesitaba.  Fue al despacho de Salazar para que se encargara de localizar al tal Krueger,  condiscípulo de su madre.  Necesita hablar con él de frente. Mientras los días de espera se volvían semanas, hubo telefonazos, sin respuestas claras.   En su interior se sentía dividido entre su madre y su abuelo – ¿quién mentía, quién decía la verdad?  Los dos significaban mucho para él.

Por fin, Salazar llamó y le dio todos los datos que había podido obtener y algunos detalles que recordó sobre el asunto del abuelo, aunque le parecían triviales, pero resultaron muy interesantes para Eulalio.  El muchacho vivía en Monterrey y trabajaba en la misma empresa de su tío.  ¡Eso sí que era buena suerte!   ¿Se conocían… quizá amigos… quizá cómplices?  Otra vez el torbellino le revolvía la cabeza y el estómago.  Hizo los arreglos para salir lo antes posible  al encuentro del pasado.  Un pasado que no le pertenecía y que no podría cambiar, pero del que pendía su futuro.

No le costó trabajo encontrar a Francisco Krueger. Era coordinador de mercadotecnia.  Sin saber bien cómo abordar el tema, pidió una cita.  Fue una charla informal. Al cabo de una hora le había contado casi todo lo que Eulalio quería saber.  Cuando vivía en México le ofrecieron una buena plaza en Aceros <Monterrey y como dos años después llegó su tío Jacinto, a quien había conocido por Magdalena y a veces salían a dar la vuelta.  Aquella pequeña amistad se fortaleció cuando Jacinto se mudó al norte y de vez en cuando se visitaban.

-  Mi tío… ¿no le dijo por qué se vino a vivir acá?  ¿No le contó lo que le sucedió a mi padre?-  le preguntó directamente Eulalio.

-  Si mal no recuerdo me dijo que la iniciativa había sido de la empresa, él ya trabajaba para Aceros en el DF.  De la muerte de tu padre  me enteré hace poco.  ¿Había algo más que contarme?-  comentó con cierta extrañeza.

-  Perdone la pregunta, pero ¿mi madre no le escribía o se comunicaba con usted?  Es que ustedes eran buenos amigos  ¿no?

-  Si, entre tu madre y yo hubo una buena amistad.  Nos vimos varias veces poco antes de mudarme a Monterrey.  Creo saber por dónde vas y te puedo asegurar que nunca hubo más que una sincera amistad.  En aquella época ella sufría mucho por las calaveradas de tu papá, y perdona que lo mencione, pero supongo que estás enterado de eso.  Tu madre necesitaba con quien desahogar su desesperación ante las infidelidades del hombre a quien tanto amaba.  Yo creí estar enamorado de ella cuando estudiamos en la universidad, aunque nunca se lo dije y por eso con gusto la apoyé, al menos escuchándola.  Después de que me vine, no volví a saber qué decisión tomó.  Me supongo que se quedó junto a él hasta su muerte.

Eulalio pasó todo el día deambulando por la ciudad.  Quería distraer su mente de todo ese peliagudo asunto.  Había muchas discrepancias con la versión de su tío y la del abuelo.  Decidió esperar el fin de semana para encontrarlo en su casa.  Le llamó por teléfono y se invito a comer el sábado.

El otro día estuve platicando  ¿con quién crees, tío?, con el antiguo amante de mi madre.  Sí, Francisco Krueger y de pilón resultó buen amigo tuyo.  Por qué no me platicas como fueron realmente las cosas, porque tengo todavía algunas lagunas.

Eulalio contemplaba con una sonrisa burlona la palidez que de pronto había transformado la cara de Jacinto, quien al dejar la copa en la mesa del jardín, no atinó a ponerla derecha, tirando todo el líquido.

-  No tengo idea de lo que te haya contado Paco, para negar que fue amante de tu madre.  Nos hicimos amigos cuando llegué aquí.  Durante un almuerzo que me dieron de bienvenida… y por el apellido…  Sí, se me acercó para preguntar si era pariente de Magdalena.  Así fue… así empezó la relación.  Porque en el trabajo es muy difícil que nos veamos… él esta en un edificio y yo en otro.-  Hablaba con rapidez, como tomando las ideal al vuelo y las iba hilvanando.

-  Eso no es lo que me contó Salazar. Sí, el investigar que tú ya conocías, por no sé (ni me interesa) asuntos turbios y fuiste tú el que llevó ahí al abuelo, ¿o no?  Por alguna causa supiste que mamá veía a Krueger y te surgió la posibilidad de destruirla,  ¿o al que querías destruir era a papá?-  El tío se levantó aventando la silla, lleno de furia, sin ceder ante lo inevitable.

-  Ya te dije que conocí a ese fulano aquí, en Monterrey.  Tampoco conozco a ningún Salazar.  Ya no sabes de dónde inventar a los “asesinos” de tu padre.  Torciendo lo que nunca pasó.-  Eulalio se había resbalado un poco en la silla, con las piernas estiradas disfrutando de la ‘puesta en escena’, mientras Jacinto lo miraba con desafío y temor, deseando haberlo convencido para darle vuelta al asunto.

-  No sabes cuánto quisiera creerte tío, pero las pruebas que tengo en la mano, dicen lo contrario.  Fíjate que revolviendo cajones me encontré muchas fotos y negativos viejos, todos entremezclados. Con toda paciencia me puse a revisar las fotos una por una y encontré las que incriminaban a mi madre.  Se las enseñé a Salazar y confirmó haberlas tomado él.  Espera, tío, todavía falta.  Hasta ahí no apareces tú, pero, ¿qué crees?  Me puse  también a revisar los negativos y encontré detalles interesantes, por lo que las mandé revelar todas en las que aparecían pruebas de la “traición de mi madre”.  Y ¿sabes?, lo curioso es que en dos apareces tú.  Claro que esas no llegaron a manos del abuelo.  Se ven muy felices los tres, departiendo un rato juntos.  Mira, te traje una copia para tu álbum de recuerdos felices.-   Dejó caer sobre el vino derramado una foto a media carta, donde Francisco besaba la mano de Magda y el tío aplaudía.

Jacinto se quedó viendo fijamente la foto, paralizado.  Desenmascarado se dejó caer en una silla, cubriéndose la cara con las manos, durante un momento.  Sabía que su sobrino estaba frente a él, esperando, retándolo y como hombre tenía que responder.

-  Te dije que dejaras el asunto en paz.  ¿De qué te ha valido remover tanta porquería?  ¿Con eso vas a resucitar a tu querido papito?  Lo único que estás haciendo es apresurar la muerte de tu abuelo.  Estoy enterado de cómo lo tratas desde que tomaste la dirección de la empresa.  ¿Eso te hace feliz, ahora estás satisfecho?  ¿No quieres saber por qué odiaba a tu padre, el consentido del abuelo, el eterno genio, el de los dieces...

-  Guárdate tus justificaciones, no me interesan.  Sí, estoy muy satisfecho de haber reivindicado el honor de mi madre y también los años de agonía de mi padre, a quien TÚ clavaste en esa cruz.  Quédate con todo el veneno que has acumulado y ¡que te aproveche!

Cuando salió de la casa, sin despedirse de nadie, lo único que deseaba era llegar al hotel para llamar a la casa de los Garza Peña y saludar al anciano dueño de esos espacios, a quien otra vez podía llamar abuelo.

              < < < < < - - - - - > > > > >       2003

sábado, 13 de octubre de 2012

CUESTE LO QUE CUESTE (1a.parte)

Luzca para su alma la luz perpetua, así sea.  Descanse en paz el alma de nuestro querido hermano, amén.  Queridos hermanos, recordemos que...  Las palabras se fueron diluyendo en el silencio del cementerio y Eulalio sólo volvía a ver el horrible aparato colgando del techo y un hombre... ahí... suspendido.  Le dijeron que era su padre, el mismo que ahora estaban enterrando.  Vamos Lalo, ¿no vas a echar un puño de tierra al féretro?  El niño volteó espantado, sin saber dónde se encontraba y salió corriendo.

Aquel domingo que habían ido a comer con sus abuelos, porque los primos de Monterrey estaban de visita, fue el más amargo de su vida.  Después de la comida, su prima Angelines, deseosa de llamar la atención, le preguntó a Lalo si visitaba seguido a su papá. 

Claro que no, papá viaja constantemente y ‘casi’ no lo vemos.  Por ahora está en medio oriente, no recuerdo dónde.

Entonces, ¿todavía no te lo dicen?   preguntó maliciosamente la chamaca, unos años mayor que Eulalio, mientras en sus ojos brillaba un relámpago de malicia.

Decirme ¿qué?,  Para que te haces la misteriosa.  Lo que quieras decirme, dilo,, contestó Lalo irritado y con un nudo en el estómago, ante la provocación de la prima.

Encantada, primito, le contestó sarcástica.

Subieron a la parte superior de la casa y al final del pasillo le indicó una puerta.  ¡Ahí está tu papá!  Lalo se paró de golpe.  Esa puerta había estado prohibida para todos... bueno, para él y su hermano.  ¿Qué había adentro que ellos no debían ver?  La mirada retadora de Angela le dio el coraje suficiente para abrirla y saber.  Tuvo que dominar el temblor de su mano al coger la perilla de la puerta.

Angelines  lo empujó, seguida por su hermano y los dos primos , con paso firme.   Entraron a un cuarto grande, con pocos muebles, todos  pegados a la pared.  Del centro del techo colgaba un aparato de madera donde un hombre estaba suspendido, casi en el aire y parecía dormido.  Saluden a su papá muchachos, no sean mal educados, dijo Angelines con toda la sorna posible.  Tanto Eulalio como Tomás se quedaron atónitos ante aquel espectáculo que parecía sacado de una novela de terror.  Los dos estaban engarrotados.  De súbito Lalo echó a correr gritando y Tomás cayó al suelo sin sentido.
  
Hubo necesidad de llamar al doctor de cabecera para que atendiera a los nietos.  Para Angelines hubo un severo castigo por su indiscreción.  Doña Magdalena tuvo que llevar con entereza el mutismo de sus hijos hacia ella, durante muchos días.  Para sentirse más fuerte se había quedado con sus suegros a enfrentar la situación, aunque después de tres días decidió irse a casa para apartarse de aquel cuarto que les oprimía el corazón a todos. 

Todos los días Magdalena se despertaba con la angustia de que ese día sus hijos le pedirían explicaciones.  Pasaron dos, tres, cuatro semanas sin que se tocara el tema.  Hasta que llegó lo ineludible.  Eulalio que era el mayor, de 14 años,  inteligencia despierta, alto, simpático y decidido, tomó la palabra:  Queremos saber si eso que está en casa de los abuelos es nuestro padre y por qué nos lo has ocultado.  Su voz temblaba por la rabia de sentirse traicionado, al igual que el temor de lo que su madre contestaría.  Tomás, de apenas 10 años, delgado, de carita angelical, estaba parado junto a su hermano.

En efecto, ESO es su padre.  Magda había pensado cien veces cómo se los explicaría y tragándose las lágrimas, respiró hondo y de la manera más sencilla, les habló de la integridad de su padre, su tesón, carácter y empeño que ponía en todo lo que hacía.  Así llegó a tener un cargo de alta administración en la empresa de su padre.  Siempre fue generoso con aquellos que respondieron y enérgico con el reglamento para que saliera adelante la fábrica.  Como tampoco se dejaba sobornar se granjeó muchos enemigos.  Hacía más o menos ocho años, ellos iban a una fiesta de la oficina y los embistió una camioneta que enfiló directo hacia el coche.  El chofer huyó. Tras el golpe, ella quedó medio inconsciente  hasta que los rescataron.  A él no lograron matarlo,  aunque en el estado en que quedó hubiera sido mejor.   Su abuelo por protegerlos  y teniendo los medios para ello, se lo llevó a su casa y todos decidieron que sería mejor no decirles la dolorosa verdad – ¡eran tan pequeños!  La maraña se fue haciendo grande, porque nadie supuso que podría sobrevivir tantos años.  Siempre supo que algún día tendría que decirles lo que realmente pasó, pero e rezaba porque no fuera antes del entierro de Ricardo.  No quería que lo encontraran ni siquiera en su cama, mucho menos en ese aparato en el que lo suspendían para evitar se le llagara el cuerpo.  ¡Cuánto he pedido todos estos años porque no lo volvieran a ver vivo!   Si a eso se le puede decir vivir. 

Un año después, finalmente, murió Don Ricardo Garza Peña y pudo descansar en la sepultura.  Después de nueve años de sufrimientos y esperanzas frustradas, llegó la redención para todos, pero en el corazón de Lalo había nacido el deseo de venganza.  En la tumba de su padre le prometió que algún día encontraría a sus asesinos.

Los muchachos continuaron sus estudios y la vida siguió su curso aparentemente normal, pero Eulalio recordaba aquella promesa todos los días y sentía que ello le ayudaba a ser sobresaliente en todo.  Su madre y sus abuelos se sentían muy orgullosos de él.  Así pasaron 10 años.

Antes de terminar su licenciatura en derecho, se había ido involucrando en los negocios del abuelo.  Hallaba el tiempo suficiente entre sus obligaciones, para escudriñar los asuntos en que se había involucrado su padre.  Había sido un hombre recto, pero no un tirano e incluso encontró cartas de agradecimiento de muchos obreros por el apoyo que les había dado.  Entonces, ¿dónde estaban los enemigos?  ¿Habría existido con los mismos intereses, a quienes hubiera perjudicado?  Con esta idea en mente se dedicó a indagar entre los empleados con más de 20 años de servicios.  No encontró pista alguna.

Cualquier pequeña organización que surgió en el pasado, sucumbió pronto ante las prestaciones tan generosas que el abuelo había establecido para todos los trabajadores.  Tampoco su padre, cuando tomó la dirección general, hizo cambios que perjudicaran a nadie.  No le quedaba mas que pensar que pudiera haber sido un asunto de faldas.  ¿Su madre lo supo o no quiso que él se enterara de la infidelidad de su padre?  Pero, ¿qué clase de relación tan torcida se había conseguido para que una mujer lo mandara matar?

Se decidió hablar con su tío Jacinto, el padre de Angelines y el hermano mayor.  Era el único que podía saber algo. Así que pidió unos días de descanso y sin decir nada a nadie se fue a Monterrey.

-  Tu padre fue muy especial.  Tuvo muchas aventurillas, como todos los hombres, pero nunca se jactó de ello ni me las contó a detalle.  Francamente no creo que aquello fuera sino un terrible accidente.  Deberías dejar el asunto por la paz y no seguirte envenenando las entrañas.  No lograrás nada.

-  No, en las fotos del accidente se ve claramente que el auto los embistió directamente, eso fue a propósito, tío.   El cuerpo de mi padre recibió todo el impacto e impidió que le pasara algo a mamá.  De seguro que logró ver al otro carro segundos antes del impacto.  ¿Cómo es posible que con todo el dinero del abuelo no hallan encontrado al causante?

-  Papá se sumió en una terrible depresión y no quiso seguir con los trámites de la investigación.  Y la policía, aunque lo sigue de oficio, le da poco importancia cuando no hay ‘incentivos’, tu sabes, ¿no?

-  Aunque haya estado muy deprimido, el coraje de ver a su hijo en ese estado debió de haberlo impulsado a seguir.  El abuelo no es cobarde, siempre lo he visto luchar por lo que desea.  No puedo acertar su postura… a menos que…

-  A menos que… ¿qué?  Ahora, qué se te ha ocurrido para enredar más las cosas.

-  Que quizá sí encontraron al culpable y el abuelo no quiso o no podía hacer nada contra él… ¿por qué?-   Eulalio clavó sus ojos directamente en Jacinto como queriendo meterse en su consciencia y conocer lo que él en verdad sabía.

-  No tengo ni idea de a qué te refieres.  Si algo así pasó, papá nunca me lo dijo.  Yo me vine para acá poco después del accidente.  No soportaba ver a mi hermano convertido en un vegetal.  Si no me crees es tu problema.

Esa posibilidad, que era lo único que le quedaba, se incrustó como un clavo ardiente en su cabeza, y la esperanza de encontrar la verdad incrementó sus fuerzas.  Empezó a buscar entre los papeles del abuelo, con pasmosa lentitud para que la señal, aunque muy débil, no pasara desapercibida.  De los estados de cuenta del banco sacaba el nombre del beneficiario, cotejándolo con los clientes de aquella época.  Un tal Antonino Uh Salazar, que apareció en tres ocasiones, no tenía ninguna conexión con la empresa.  Eleazar Marín había recibido una fuerte suma, dos días antes del accidente y en el talonario había sólo ½, ¿la mitad de qué? y el nombre del sujeto no volvió a aparecer.  Sin querer hacerse ilusiones, se puso a la tarea de encontrarlos,  aunque fuera bajo las piedras.  Pero tendría que hacerlo solo, no se arriesgaría a involucrarse con terceros, que podían venderse.

Al primero que localizó fue a Eleazar, aunque demasiado tarde.  Había muerto al día siguiente del accidente, confirmándole los familiares que había huido tras chocar con otro vehículo y ocultándose en su casa murió desangrado.  Eulalio estaba seguro que aquel hombre había sido el causante de todo.  Entonces ¿realmente sí fue un hecho fortuito? Pero, lo del pago no encajaba.

-  ¿En dónde trabajaba el Sr. Marín? -  les preguntó a las dos mujeres que dijeron ser hermana y cuñada del difunto.

-  No tenía chamba fija.  Conseguía trabajitos por aquí y por allá – dijo una de ellas y, con cierto recelo, la otra añadió – Le hacía de todo, a usted… se le ofrece “algo especial”? porque tengo otro hermano… La primera le dio un codazo que Eulalio alcanzó a percibir.

-  Bueno, sí tengo un trabajito especial, pero vendré la próxima semana para hablar directamente con él.  ¿A qué hora estará?

-  Eustaquio siempre se levanta muy tarde, así que si viene antes de las dos, segurito que lo encuentra.

Tardó casi dos meses en encontrar a Salazar, ya que se había cambiado varias veces de domicilio.  Llegó a un edificio medio antiguo, subió las escaleras buscando el número y le sorprendió encontrar en la puerta una placa que decía “investigador privado”.  El despacho era sencillo y con escaso mobiliario.  Un hombre delgado y menudo, con poco pelo y facciones de cuervo, se levantó al verlo entrar.

-  Antonio Salazar, investigador confiable y discreto, para servirle, si me es posible.-  Le tendió la mano cortésmente.

-  Sr. Salazar, espero que tenga usted muy buena memoria y me pueda ayudar, ya que el asunto que traigo sucedió hace 19 años.  Usted hizo un trabajo  para mi abuelo Gaspar Garza Peña.  Aquí  le traje su foto.

          < < < < < Continuará > > > > >       2003

domingo, 7 de octubre de 2012

ENAMORADO

Las olas saladas retumbaban en el acantilado con cavernoso rugido que se esparcía sobre la superficie del agua y hacia abajo, a muchos metros.  Llegaba hasta el hábitat del tritón e incrementaba la languidez de su canto por todo lo que no fue…. ni sería nunca. Una tristeza que a veces lo perturbaba: si hubiera nacido en otro cuerpo, como….pero tan sólo era un sueño.  Se alejó lo más posible de aquellas reverberaciones, que no sólo lastimaban sus oídos, sino también su corazón, ya que no quería albergar imposibles.

Se fue a su islote preferido a nadar tranquilo en la gruta donde la luna llena entraba lentamente, esparciendo chispas brillantes por  todo el espacio, lo que lo confortaba y hacia que olvidara sus tontos sueños.   Se tiró a descansar sobre un lecho de arena, disfrutando del suave rumor del viento y el golpeteo del agua al chocar con las rocas.  Un destello brilló en el agua cuando el rayo de luna lo alcanzó.  Se acercó, curioso, hasta aquello.  Parecía una pelota de muchos colores y el mismo brillo no le permitía ver de qué se trataba.  Con cierto resquemor alargó el brazo, sumergió la mano permitiendo que descansara en su palma.  Era una esfera liviana, frágil… pero algo había adentro.  Algo que se agitaba mucho en su interior.  Estuvo un buen rato observándola, hasta distinguir las alas azules de una mariposa.  Se acercó a una orilla, la depositó sobre las rocas y se quedó absorto en su contemplación.   El aleteo iba espaciándose y al reanudarse era sólo por breves instantes, hasta que dejó de moverse.

Espantado, el tritón la sumergió en el agua para que reviviera.  La dejó flotando sin perderla de vista.  Cuando ya se daba por vencido notó un ligero movimiento.  ¿No será que le falta aire? pensó.  Sin sacarla del agua, acercó la esfera a la pared rocosa, contra la que intentó romperla.  Primero suavemente, pero al ver que no cedía, fue aumentando la fuerza del impacto.  Nada, no había ni un solo rasguño sobre la superficie cristalina.  La mariposa, quietas sus alas, lo miraban fijamente.  Sus ojos  le pedían ayuda.  No sé qué hacer para sacarte de ahí, bella criatura.  Con profunda tristeza sus ojos recorrieron el entorno buscando algo que pudiera ayudarlo.

Desde lo lejos, las dulces notas de la flauta que solía tocar el ermitaño, llegaron hasta él.  Pues claro, él sabrá qué hacer.  Con la esfera en la mano se sumergió por el río subterráneo y llegó a un cenote, cuyo techo, a diez metros de altura, tenía un hoyo que permitía el paso de la luz  y encendía aquel recinto, lleno de raíces y estalagmitas.  Gritó repetidas veces, hasta que el hombre se asomó por la abertura.  ¿Quién me llama? dijo,  asomando la cabeza.  Buen hombre, tengo un problema y sé que tú puedes ayudarme.  ¿Cómo lo sabes?  Porque tú me respondiste.  ¿Cuándo?  Al pedirle ayuda a la naturaleza; baja y lo verás. 

Por el rayo de luz que penetraba desde lo alto de la bóveda, descendió un hombrecillo delgado, melena castaña y ojos penetrantes.  ¿Qué se te ofrece?  Mira, encontré esta esfera y tiene un pequeño ser alado en su interior, he querido romperla y no puedo.  ¿Y para qué quieres romperla?  Es que… me parece que se está muriendo y es tan bella que quisiera salvarla.  Pero si está ahí adentro es por algo, comentó el ermitaño.  ¡Mírala bien! No puedes dejarla encerrada, por favor ¡sálvala!  ¿Y qué te hace pensar que yo sí puedo romper la esfera?  Tú te puedes comunicar con la naturaleza, por eso me respondiste, pregunta cómo hacerlo.  El hombrecillo se quedó pensativo unos instantes.  Dámela, ahora vuelvo.  ¿Qué vas a hacer?  Confía en mí.  Y se elevó por el mismo rayo de luna, hasta salir al exterior.

El tritón se quedó preocupado, yendo de un lado a otro, sin salir de la poza.  ¿Por qué me ha impresionado tanto ese diminuto ser?  ¿Quizá yo también me siento atrapado dentro de este cuerpo, aunque no sea una burbuja de cristal?  Siempre me he sentido feliz  saltando entre las olas,  libre de ir y venir por donde me place, aunque a veces me entra esa nostalgia que me jala hacia no sé dónde.  Ahora, esa mariposa me ha perturbado… me ha reflejado algo en mí que no conocía.  ¿Qué estará haciendo ese hombre, que tarda tanto?

Al cabo de mucho rato volvió a bajar el ermitaño con la esfera en la mano.  Al entregársela, el tritón notó que estaba estrellada.  Ahora si la golpeas contra la roca se romperá.  ¿Y por qué no lo hiciste tú allá arriba y la dejaste volar libremente?  Porque tú la encontraste y tú tienes que darle la libertad.  Enseguida tomó la burbuja y con mucho cuidado le dio un golpe en la roca, que la hizo pedazos.  La mariposa apenas movía sus hermosas alas, abrió los ojos y se quedó mirando al tritón.  ¡Tienes que moverte! anda ya puedes irte a donde quieras, la urgía el tritón.  Dale tiempo, tiene que tomar fuerzas, creo que ha estado prisionera mucho tiempo.  Dime, qué hiciste para lograrlo.  Fabriqué un papalote y la até a la cola, el viento y los rayos selenitas, cuando volaba alto, muy alto, rasgando el espacio, hicieron el resto.  ¡Un papalote! qué ocurrencia, pero…   Tú me dijiste que preguntara y eso me indicaron.  Vaya, pues funcionó.  Mira, ya se mueve un poco, creo que necesita algo de sol y comida, llévala afuera.  Pero, no puedo, para salir hay que atravesar el río subterráneo y ella se ahogaría, por qué mejor tú…  Ya te dije que tú eres el responsable de ella, dado que tú la encontraste; puedo sugerirte…  Sí, si, dime cómo lograrlo; no sé por qué, pero ella tiene que vivir.  Bien,  toma suficiente aire, ponla dentro de tu boca y atraviesa el río lo más rápido que te sea posible, ella respirará tu aliento.  Apúrate, si quieres salvarla.

De inmediato siguió las sugerencias.  Atravesó veloz el río y en cuanto llegó a la gruta, sacó la cabeza, abrió la boca y con mucho cuidado tomó el débil cuerpecito alado, que colocó en su mano y nadó al exterior.  La depositó suavemente sobre la hierba, cuando empezaba a clarear el día.  La veía tan embelesado que no se percató del hombrecillo que se acercaba.  Le he traído una flor con mucha miel para que se reponga; ya verás que mañana podrás contemplarla en toda su belleza.  ¿Hasta mañana?  No seas impaciente, ve a dar una vuelta y déjala descansar, yo volveré.  Al tritón ahora no le apetecía jugar con las olas.  Se quedó junto a ella, mirándola, hasta que el cansancio lo venció.

Cuando él despertó, el sol iluminaba todo, pero la mariposa ya no estaba.  Tomó fuerzas y se fue, sin decirme adiós.  Se quedó tan triste que se sentó en la orilla, sin deseos de hacer nada, sólo miraba a lontananza.  ¿Qué estás haciendo, muchacho, por qué tan meditabundo?  Con un brinco volteó al reconocer la voz del ermitaño que se acercaba.  Ya se fue, sin decirme adiós… no la vi.  No te dijo adiós porque no se fue.  Ah ¿no? pues yo no la veo, dijo
 irritado.  Es que no ves bien.  Por detrás del ermitaño apareció una joven muy hermosa, vestida de azul, con larga cabellera oscura, igual a sus ojos.  El tritón se quedó embobado. ¿Quién es? preguntó. La mariposa que salvaste, contestó el ermitaño tranquilamente.  No puede ser… ¿y ahora, yo que hago… con esta cola… Al mencionar la cola, palpó dos piernas.  ¿Qué hiciste,  eres un mago?

 Simplemente colaboré en los designios cósmicos – era el momento de transmutar.  Así como la oruga se convierte en mariposa, ella se convirtió en mujer… y tú en hombre.  Por eso llegó a ti.    Yo no sabía que había ‘otro’ en mí.  Es lo que a ratos recordabas y extrañabas,  pero esta forma tampoco es la definitiva.   Porque ustedes son, en realidad, seres mucho más hermosos, llenos de luz.

                < < < < < - - - - - > > > > >          2011